
Colombia tiene 174 cárceles y las estadísticas indican que dichos centros de reclusión tienen una capacidad para 50 mil presos, pero en la actualidad la población carcelaria es de 75 mil en total. Lo que se traduce en un hacinamiento del 200% en cárceles de diferentes ciudades.1
En 144 establecimientos de reclusión que tiene el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario -Inpec-, hay actualmente 84.586 personas internas de los 107.792 reclusos que hay a nivel nacional. La tasa de hacinamiento es del 2.4 %.
De los reclusos que no están en cárceles hay 20.225 en detención y prisión domiciliaría, 4.411 en domiciliaría con seguridad electrónica, 1.925 con seguridad electrónica en modalidad GPS y 2.486 con seguridad electrónica modalidad RF.2
En Bogotá, pese a los múltiples esfuerzos, el hacinamiento resulta la mayor problemática que se vive en las cárceles. Hace 6 años, superaba el 34%; hoy la cifra supera el 24%.
En el informe del Inpec (2010) se evidencia la situación de hacinamiento en las Cárceles Nacionales ubicadas en la ciudad de Bogotá: La Modelo que cuenta con una capacidad de 2907 internos, en realidad alberga a 6022 (Tasa de hacinamiento del 107,16%) la cárcel de La Picota, cuya capacidad es de 1587 presos, recluye realmente 3571 (Tasa de hacinamiento del 125,02% ) y el Buen Pastor, que tiene una capacidad para 1275, alberga 1396 (Tasa de hacinamiento del 9,49%).3
Según Jhon Camargo, encargado del Inpec para la seguridad de la cárcel Modelo, "Cada que salen presos, llegan el triple, por ejemplo, salen 10 y llegan 40"
“Desde enero han entrado más de 900 personas y solo han quedado en libertad 4 ó 5”. Asegura Arturo Jiménez, encargado del Inpec para la seguridad de la Picota.
"El hacinamiento hace más complicado nuestro trabajo, no es fácil entrar a un patio que está destinado para 700 personas y hallar 1800. Eso hace que o se tenga un control absolutos sobre la cárcel." Dijo Camargo.
La cárcel modelo de Bogotá ocupa el quinto lugar en Colombia con este problema. Sin embargo existen notables desbalances entre, los diferentes centros de reclusión. En la cárcel de Valledupar, hay 627 cupos libres. Otros 454 cupos en Tierralta, Córdoba, 400 en Girón Santander, 209 en Cómbita, Boyacá, y 140 en Santa Rosa de Cabal, Risaralda. Así que hay 3.070 cupos en diferentes cárceles del país, que son, sin embargo, una cifra irrisoria frente al hacinamiento general en diferentes centros de reclusión del país.
Respecto a las 9 cárceles que hay en construcción con el fin de descongestionar los demás centros, ninguna esta adelantada ni en una tercera parte.4
En la Penitenciaria La Picota se construyó un nuevo edifico, el cual será destinado para los sindicados, una tercera parte de los detenidos. Este cuenta con un área de 63 mil metros cuadrados, 6 pabellones de 8 y 9 niveles, adaptados para albergar 3466 internos, 782 celdas con capacidad para 4 internos cada una.
El Ministro de Justicia, Vargas Lleras, está trabajando conjuntamente con el Congreso de la Republica en un programa para bloquear las comunicaciones.
En este nuevo edificio se contará con 226 celdas para personas con “tratamiento especial”, 20 celdas conyugales, 32 celdas de sol y 635 metros cuadrados para las visitas.5
La estratificación es evidente, pues los PAS A y B -Pabellón de Alta Seguridad-, las ERE -Establecimiento de Reclusión Especial-, cuentan con mejores condiciones para asegurar calidad de vida. Alias “Serpiente” hace alusión a este aspecto diciendo:
“Es evidente que como en la sociedad, la cárcel es también un espacio de clasismo, ya que los patios no cuentan con nevera, televisor, hornos, baño privado, como en los PAS y las ERE, por el simple hecho de estar en los primeros personas del común, ladroncitos de tienda, el hombre que mato a la novia por celos, en fin, delincuentes sociales. Acá como estamos es desmovilizados acogidos a la maravillosa ley de justicia y paz, guerrilleros, paracos, funcionarios públicos, y hasta personas de otros países como el caso del mexicano, que está acá por ley 30 y hasta colega suyo es. Eso genera cierta preferencia, acá como usted puede darse cuenta no entra la guardia el día de visitas, por eso ve a todo el mundo con sus celulares libremente, pero no siempre es así, a veces la guardia de un momento a otro va y requisa las celdas y hay que encaletar bien todo porque acá una sim card que usted compra en la calle a $5.000 acá vale $90.000, por eso toca cuidarla”.
En repetidas ocasiones los presos políticos expresan su malestar por tener que compartir los PAS A (2do piso) y B, ya que según ellos se vulnera el respeto a la dignidad humana. Piden que el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario -Inpec- los ubique en un espacio acorde con su condición de no desmovilizados.
PAS A: Es un pabellón conformado por guerrilleros y presos políticos, con reglas internas de convivencia, según las cuales se prohíbe el uso de la violencia como medio para solucionar los conflictos entre reclusos, así como es inaceptable el consumo de drogas alucinógenas.
PAS B: Pabellón habitado por presos sociales, paramilitares, desertores y desmovilizados acogidos a la Ley de Justicia y Paz.
Según Amparo Ramírez, trabajadora social,
"Desde el momento que uno entra ya se siente mal olor, las condiciones de vida son impactantes, el hacinamiento es uno de los graves problemas, pues afecta la salud, el servicio de salud es malísimo, todo lo tratan con pañitos de agua tibia".
Alias “Serpiente”, desmovilizado del Frente Héroes de Zaragoza, recluido en el PAS A de La Picota, afirmó:
"El hacinamiento es lo que más trae problemas, ponen en riesgo el bienestar de los internos y por lo mismo es que se presenta tanta violación a los derechos humanos.
En este pabellón no se ve eso, pero cuando llegue acá, me ubicaron en uno de delincuentes sociales, en donde imperaba el mal olor, por el déficit de aseo, ya que es uno mismo como interno quien lo hace, pero eso también se debe a la humedad, en ese patio, el 2, eran muchos los presos que dormían en el piso, incluso otros tantos debían hacerlo en los pasillos, porque no se les asignaba celda; la comida era mala, pésima, en esos patios hay mayor riesgo de adquirir alguna enfermedad por falta de calidad de vida ".
Jaime Arias, ex convicto de la cárcel Modelo de Bogotá, asegura:
"Los problemas van más allá del hacinamiento, los malos olores y la alimentación; se vive en peligro constante, ya que en las cárceles se consume mucha droga y eso hace que la gente se enloquezca y cometa estupideces, incluso chuzarlo a uno así porque si.
Los guardias no mandan en las cárceles, no son ni son capaces de entrar a algunos patios, es entendible, porque son 5 contra 1000 "
Es difícil encontrar una respuesta sobre el ¿por qué del hacinamiento en las cárceles?. Respecto a esto, Diana Rojas, encargada del Inpec para la seguridad de la cárcel El Buen Pastor,
“El hacinamiento es uno de los asuntos más preocupantes para el gobierno y el Inpec, sin embargo esto no sucede solamente en Bogotá, pasa en Valledupar, Córdoba, Boyacá, en todas las ciudades.
La situación de las cárceles ha mejorado, anteriormente los días de visita, entraban 500 y salían la mitad, se asesinaban, secuestraban, en fin era una locura, se encontraban armas y se presentaban tiroteos dentro de las cárceles, eso ahora no sucede ".
Las cifras oficiales de 2010 sobre población carcelaria no se han publicado, sin embargo los funcionarios, reclusos y ex convictos entrevistados, aseguran que el hacinamiento ha incrementado.
“Yo creo que en Colombia no se puede llevar a todo delincuente a la cárcel, porque simplemente no hay lugar, el aumento del hacinamiento, se debe precisamente a esta política del gobierno de traer a la cárcel hasta a quien le toca la cola a una mujer, disque con el fin de lograr una completa resocialización”. Dijo Jiménez.
"Las cárceles en Colombia no aportan a una verdadera resocialización, por la sobrepoblación y violación a los Derechos Humanos. Hay muchos inocentes en las cárceles, los jueces envían acá a personas que aún no han sido condenadas cerrando las puertas al famoso dicho “se es inocente hasta que se pruebe lo contrario”, esta falta de ética, hace cada vez más insoportable la situación carcelaria". Dijo Milena Suárez, reclusa patio 4 de la Cárcel El Buen Pastor.
Suárez afirma:
“Las cárceles acá no tienen convenios labores ni educativos que le den oportunidades a uno cuando salga de acá, la sociedad no esta preparada para aceptar una ex convicta en su empresa e incluso barrio, debería haber una política de educación para toda la sociedad en cuanto al trato con las personas que como yo cometimos errores pero que ahora estamos arrepentidas y buscamos enderezar nuestro camino cumpliendo nuestra condena y queriendo salir a ser buenas personas.
Tristemente acá no se busca rehabilitar para mostrarnos que existe un camino de ser así, seguramente tendríamos menos recaídas y una mejor sociedad”.
En el Buen Pastor, se tiene derecho a una cita médica por semana, cada patio un día. Quienes posean servicios médicos particulares -prepagada o POS- pueden renunciar al servicio de salud que brinda la institución, sin embargo, cuando deben acudir a citas médicas, el Inpec no las traslada, por falta de vehículos y guardianas.
“Todo acá se puede, las drogas se ingresan al igual que las bebidas alcohólicas. Aquí, una botella de aguardiente vale $70.000 y una de whisky, $120.000, esto trae problemas de seguridad”. Expresó Laura Gómez, reclusa patio 46 de la Cárcel El Buen Pastor.
“La sal de acá es el alcanfor. La comida decente solo se vende en las casetas del Inpec, allá solo trabajan reclusas con penas largas.
La alimentación en el patio uno, en el que tuve la desdicha de estar cuando me trajeron acá, es mísera, allá solo le llevan a uno un recipiente como si fuera un cerdo. En cambio las que están en el área de alta seguridad, tienen nevera, televisor, piezas con baño privado y horno microondas. Mejor dicho están de vacaciones en un hotel de lujo”. Contó Gómez.
“Estoy cansado de buscar una oportunidad desde que salí de la Modelo, pero no ha sido imposible, yo creo que en las cárceles se debería incluir talleres de enseñanza y no disminuir la construcción de aulas, pues realmente resulta algo ridículo pensar en no delinquir cuando la sociedad no brinda otra posibilidades”. Asevera Arias.
La sección de Alta Seguridad, llamada patio 6, de la Cárcel de mujeres El Buen Pastor es ocupada por 75 mujeres junto a sus hijos. La gran mayoría de mujeres que permanecen recluidas allí son excombatientes de alguna de las Organizaciones armadas Ilegales -OAI-; ellas luchan por mantener el vínculo con sus hijos.
Milena Álvarez “Alias Diana”, desmovilizada del bloque norte de las AUC vive con su hija de 18 meses, mientras su prima, fuera de la cárcel, cuida a su hijo de 6 años.
“Por la mañana, va al jardín de acá (la cárcel), en la tarde esta acá en la celda conmigo y juega con los hijos de mis compañeras.
Antes, mi hijo podía visitarme cada 8 días, pero ahora, el nuevo reglamento dice que solo puede hacerlo el último domingo del mes. Por el hacinamiento que se vive, sólo puedo pasar con mi hijo como 5 horas en el mes.
Eso no es lo peor, lo más grave es que me toca pagar 15 años, entonces, cuando salga tendré 35, será muy difícil encontrar trabajo, siendo una mujer de esa edad, madre soltera, con 2 niños y ex convicta. En este país deberían replantear las cárceles, pues no traen nada bueno, se supone que cuando uno salga sale sin ganas de hacer lo que antes, pero siendo sinceros, que más se podría hacer, si al pedir trabajo van a pedirte una recomendación, y yo de donde la voy a sacar, será que voy a decir, es que Don Jorge 40 me recomienda, yo soy una gatillera experta, obvio que no, así que no sé que haré cuando salga”.
Falta de apoyo a los ex convictos
Una de las mayores problemáticas para cuando estas personas sean ex convictas es el prejuicio social, pues hagan lo que hagan siempre serán tildados como guerrilleros, paramilitares, ladrones, violadores o asesinos aunque ellos quieran dejar cerrado ese capítulo de su vida.
No todas las personas que están en las cárceles son culpables, y quienes estuvieron recluidos por justa causa actualmente desean ayudar a personas que como ellos están recluidos por haber hecho parte de la guerra, lo mejor es que ninguno quiere regresar, pues lo que se vive allá no es posible desearlo ni al peor enemigo, así que de esta manera lo único que resta es hacer un llamado a la sociedad y a los medios para hacer campaña con el objetivo de borrar la mala imagen que tienen estas personas y mostrar que tienen la mejor voluntad para cambiar y hacer algo por lograr la paz que nunca se ha tenido y que algunos de ellos un día pensaron equivocadamente que se lograría con las armas.
La baja empleabilidad de los ex convictos dificulta el acceso a oportunidades económicas. Este es un factor que con frecuencia los conduce a considerar que no tienen las mismas oportunidades que los demás ciudadanos y se sienten discriminados, alimentando el círculo vicioso del aislamiento y la auto-exclusión. De modo que es un deber de todos, procurar condiciones propicias para que quienes purgaron su pena encuentren un rol significativo que represente una responsabilidad y un estatus dentro de la sociedad.
La educación debe ser considerada como una prioridad. En la medida en que ésta no sólo juega un papel importante en la prevención del reclutamiento inicial en el caso de quienes pertenecieron a las OAI, sino que puede evitar la continuación del rearme, ofreciéndoles alternativas viables para la reconstrucción de su proyecto de vida.
Se espera que la educación conduzca al empleo o la generación de ingresos puesto que esto no sólo es un requisito fundamental para mantenerlos ocupados, brindarles estatus y apoyo social, sino que también les ofrece seguridad para que ellos y sus familias cuenten con un medio de supervivencia.
La diversidad de cambios que enfrentan estas personas durante su transición y adaptación a la vida civil hacen de este proceso algo complejo y generador de grandes niveles de estrés, frustración, soledad, entre otros sentimientos que afectan el equilibrio emocional de estas personas. Dentro de esa diversidad de cambios se encuentran con una sociedad excluyente y una población receptora que los estigmatiza por su condición de ex convictos, por lo cual se hace necesario prevenir durante el proceso de Resocialización que se vive dentro de la cárcel las acciones que puedan incrementar y reforzar estos sentimientos, así como promover iniciativas de resignificación de su pasado y construcción de proyectos de vida desde la legalidad, motivándolos para que aporten al proceso de reconciliación y reconstrucción del país.
De igual forma, es importante generar leyes que combatan la impunidad y violación a los Derechos Humanos dentro de las cárceles; así como una veeduría a los programas de Resocialización que se brindan allí, con el objetivo que los ex convictos puedan reintegrarse verdaderamente; solo así la sociedad tendrá confianza en los procesos de resocialización que se vive dentro de las cárceles y desaparecerá el temor de que sus barrios o empresas sean un nuevo campo de guerra.
1 (Uniderecho.com)
2 (El Universal)
3 (Comité Distrital de Derechos Humanos, 2010)
4 (Semana)
5 (Briceño)
6 Mujeres que se les ha dictado Sentencia Condenatoria.